Este pasado viernes se estrenó en España la nueva pelÃcula de Alex Garland, una polémica pelÃcula bélica que se ha convertido en la más cara del director y de la productora encargada, A24
Ni los 100 millones de dólares que ha costado la pelÃcula, ni el impacto comercial de su estreno han evitado que Alex Garland haya, una vez más, dejado su sello autoral en la pelÃcula más cara de su carrera y de la productora independiente estadounidense A24. Es una hazaña admirable, teniendo en cuenta el arriesgado camino que toma Garland.
El británico siempre ha sido un director muy polarizador. Aniquilación (2018) y Men (2022), sus dos últimas pelÃculas, dividieron al público con crÃticas muy dispares y esta nueva propuesta, Civil War (2024), no ha sido menos.
Civil War no es el prototipo de pelÃcula bélica y distópica que estamos acostumbrados a ver, pero tampoco llega a ser lo que prometen sus trailers y sus avances. Resulta complicado aferrarse a un planteamiento tan radical y poco conciliador con su audiencia. La pelÃcula siempre busca distanciarse del público y desde el principio promete ser una cinta frÃa, con poco corazón y despiadada en todas sus facetas.
La idea de una posible Guerra Civil en los Estados Unidos de la actualidad es la premisa de la que parte Civil War, pero su enfoque está lejos del drama polÃtico, o de la acción bélica que he comentado antes. Los protagonistas son cuatro reporteros de guerra, muy distintos entre sÃ, que se embarcan en un viaje de carretera de 1.000 km al estilo road movie. Su objetivo: llegar a Washington en busca de una entrevista con el presidente de los Estados Unidos.
Al huir de las batallas y del arsenal militar, Garland muestra la otra cara de la guerra, las consecuencias y el rastro que esta deja a su paso. Puesto que la pelÃcula va a basarse durante todo el metraje en ese viaje por un escenario casi apocalÃptico, es muy difÃcil encontrar algo de acción, porque la acción en su mayorÃa ya es cosa del pasado. La hay, sÃ, pero en muy contadas ocasiones.
Más allá de arrastrar un planteamiento un tanto monótono, el guion a veces se nota vago, sin mayor entusiasmo ni por lo que rodea a la trama ni a los personajes. La historia es simple, y no habrÃa ningún problema con ello si el desarrollo no fuera también simple. La guerra, y en especial el periodismo de guerra, es un tema complejo al que se le puede sacar mucha información y mucho contenido. Sin embargo, el tratamiento que se le da queda muy superficial y por ello, poco profundo. La profesionalidad es la base de cualquier que dice llamarse periodista y aquà esto está plasmado muy bien, pero el concepto solo queda en eso.
Cualquier periodista de guerra puede corroborar la falta de moralidad a la que se exponen al anteponer la foto perfecta ante todo humanismo y el riesgo que conlleva trabajar en el campo de batalla y, por supuesto, también puede dar fe de los traumas y las secuelas psicológicas que pueden surgir en el camino. Pero eso es solo la superficie de un iceberg mucho más profundo y oscuro. Por ejemplo, en una guerra siempre hay imposiciones y casi nunca libertad de información. Este tema pasa totalmente desapercibido, pero es una realidad.
El contexto aquà es otro de los grandes problemas que se encuentran a la hora de vivir una experiencia más inmersiva. En guerras reales como las guerras mundiales, la guerra de Vietnam, la Guerra Civil o incluso la Guerra FrÃa no necesitan de presentaciones cuando se hace una pelÃcula ambientada en ellas porque cualquiera dispone de medios para informarse y estudiarlas. En cambio, en situaciones ficticias como Los Juegos del Hambre (2012) o El Cuento de la Criada (2017), es necesario aportar información sobre el mundo en el que habitan los personajes. Información que surgen de preguntas tan simples como: ¿por qué?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo? ¿para qué? ¿quién? Aquà se responden tan solo algunas, pero son insuficientes para poner en situación a la audiencia. ¿Qué lleva a Estados Unidos a una guerra civil? Parece algo obvio, pero aquà pasa desapercibido.
Otro de los puntos más débiles de Civil War es la elección de la música acompañante, en su mayorÃa canciones con toque country al más puro estilo americano. Las canciones en sà no son malas, pero estorban. Parece increÃble que un error de novato ocurra en una producción asÃ. Cuesta decirlo, y más creerlo, pero es en la ausencia de música donde se encuentra una cierta comodidad y una relación mucho más congruente entre sonido e imagen.
Si hay algo bueno que se puede encontrar en todo este despilfarre es seguramente la edición y la mezcla de sonido. Es, de lejos, lo más disfrutable en la sala de cine y lo que más te hace sentir involucrado en lo que cuenta. Y además del sonido, el uso del silencio es una marca expresiva con mucha potencia psicológica. El sonido y el no-sonido son dos personajes más que acompañan a la acción y elevan la calidad técnica del producto, también sostenida por algunos planos bien pensados y ejecutados. Aunqu, al final, la belleza visual en composición y en fotografÃa quede en la nada por las sensaciones que deja la narrativa insuficiente.
Si la sensación que te deja Civil War (2024) es agridulce o amarga, no requiere de mucho esfuerzo encontrar pelÃculas similares que puedan llenar el vacÃo de las ganas de conocer un mundo que apenas se nos deja ver, el periodismo de guerra. Por ejemplo, Los Gritos del Silencio (1984) nos introduce un mundo angustioso y mucho más terrorÃfico que la cinta de Alex Garland y además parte de un conflicto real, la Guerra Civil Camboyana. Quizás darle una oportunidad a este clásico de los años 80 sea esta sea la manera más de reconciliarse con el análisis superficial moderno de una profesión con muchos matices.