Islamofobia: cuestión de cultura, no de religión
Ruptura de estereotipos sin pelos en la lengua

La población musulmana en España toma terreno: tan solo en la comunidad madrileña se estiman un millón ochecientas mil personas. No obstante, numerosas son las voces que se alzan en contra de su asentamiento en el país.
Seamos francos: la dualidad de pensamiento occidental-oriental no termina de cuajar. Existen obstáculos insalvables que irremediablemente separan una mentalidad de otra como resultado de una transición demográfica, política y social de una Europa gravemente castigada tras la crisis de 2008.
Sí, con la llegada del nuevo siglo y el auge del terrorismo internacional el mundo tembló. Aquel septiembre del 2001 marcó un antes y un después en los corazones de las personas: el miedo se apoderó de ellas.
Muchos comenzaron a ser conscientes de la amenaza que suponían estas asociaciones. Así surgió el resentimiento, y con él, odio. No obstante, la islamofobia no está justificada.
Cultura y religión: diferencias de concepto
Existe gran diferencia entre religión y cultura. Mientras que el primero atiende a la teoría (deberes y obligaciones recogidos tanto en la Sunna como en el Corán), el segundo alude a la práctica de estos preceptos. El problema radica en el desconocimiento de esta distinción.
Numerosos son los españoles que a priori no parecen distinguir entre estos dos conceptos, en parte por su limitada relación con el colectivo musulmán. La ignorancia y los errores no perdonados en el pasado conforman la caja de Pandora: racismo y xenofobia se unen para poner a los seguidores de Alá en el punto de mira.
Desmontando prejuicios: Mayson Douas
Dejando a un lado las evidentes dificultades de las mujeres musulmanas para hacerse un hueco en el mercado laboral, llega Mayson Douas: feminista, doctora y primera concejala musulmana de la Comunidad de Madrid, así como en oficiar una boda LGTBI en el Palacio de Cibeles. Mayson concibe la desigualdad por cuestión de género como algo universal.

La desigualdad existe por el hecho de ser mujer, no por ser musulmana, negra, inmigrante o pobre. Por esta razón, Douas confiesa al diario La Razón sin miramientos su orgullo por ser feminista e islámica:
Algunas mujeres me dicen que llevan mucho tiempo luchando para que no vista este trapo, y hasta aquí podíamos llegar, ¡yo lucho todos los días para poder llevar mi hiyab !”.
Tras estas palabras, Douas confirma uno de los mayores malentendidos en la religión islámica: las mujeres llevan sus velos con orgullo, en señal de madurez religiosa y se sienten felices por ello, pues ya están a un paso más cerca de Dios.
Conclusión
Mientras unos pocos proclaman la guerra santa bajo el nombre de Alá, millones de islámicos luchan en contra del terrorismo y la desvinculación de los yihadistas con el resto de los musulmanes. Estos atentados se cobran y se cobraron las vidas de miles de personas, especialmente en las zonas de Oriente Medio, siendo Irak, Afganistán y Siria las más afectadas.
Los sentimientos islamófobos buscan y en muchas ocasiones encuentran legitimación y exculpabilización social. La población se escuda en la seguridad en vez de velar por la inclusión social centrándose más en la prevención del terrorismo que en la promoción de la igualdad y los derechos fundamentales.
De ahí que podamos hablar de una islamofobia "inconsciente"; un “nosotros” y “ellos”. El hiyab marca la diferencia, y con él se abren estereotipos y prejuicios que buscan justificar y revictimizar a las jóvenes musulmanas. Una mentalidad que los islamofóbicos no entienden como discriminación, sino como protección y autodefensa.
Para frenar la islamofobia debemos visibilizar en mayor medida al colectivo musulmán. Ni todos los musulmanes son terroristas, ni las mujeres viven con tormento su puesta del velo. Menos prejuicios y más investigación.