Jano García nos presenta su nuevo libro, "Contra la mayoría"
El escritor habla sobre su nueva obra que pone en tela de juicio el sistema democrático y promete ser un gran éxito en ventas

El pasado miércoles 17 de mayo, Jano García presentaba en la Facultad de Economía de la Universidad CEU San Pablo su nuevo ensayo titulado Contra la mayoría y, como no podía ser de otra manera, allí estuvimos para escucharle. La obra de Jano promete ser una de las grandes ventas de este verano, deleitando a todos aquellos que se decidan a adentrarse en la crítica que el autor hace al actual sistema democrático. Jano, con sus anteriores obras -El rebaño y La gran manipulación- ya nos tiene acostumbrados a los análisis y planteamientos elaborados en busca siempre de la razón y, aunque sus conclusiones no persigan ser especialmente populares, nunca ha tenido reparo alguno en expresarlas. Con esta última entrega aborda de manera argumentada y perspicaz los problemas e inconvenientes que implica el poder de unos muchos sobre otros pocos, poniendo en tela de juicio la democracia y haciendo especial hincapié en una idea sobre la que desarrolla su armamento intelectual: no importa tanto quién tiene el poder, sino más bien qué se hace con ese poder.
La presentación fue conducida por su amigo y penalista Álvaro Bernard, que introdujo de manera brillante el mensaje que las páginas del libro esconden y captó rápidamente la atención de los allí presentes. Sin duda alguna, Contra la mayoría es un título arriesgado e incluso provocativo para ciertos sectores, pues hablar mal del arte de las urnas es una piscina a la que no todos estarían dispuestos a tirarse; sin embargo y como bien indicaba Bernard, existen dos razones por las que una persona mete el dedo en llaga: aquella encaminada a generar una polémica mediática destinada a llamar desesperadamente la atención, propia más bien de personas narcisistas o con ansias de una atención patológica -que nada tienen que ver con Jano-, o bien una forma completamente opuesta y que es, además, frente a la que nos encontramos, en la que el autor después de sesuda reflexión llega a una conclusión no políticamente correcta y, a pesar de ello, decide contarlo. Con este libro, "El Libre Pensador" sólo pretende exponer la idea alcanzada, la polémica es un efecto colateral que ni se busca ni se pretende, pero que se produce.
Bernard hizo también una breve valoración de la obra de Jano hasta el momento actual y de cómo el autor ha ido madurando y perfeccionando su destreza como escritor, poniendo en valor que su discurso es cada vez más complejo -quizás y sólo quizás sea eso lo que tanto llama la atención de cuantos le seguimos-. En La gran manipulación, se limitó a describir la situación del COVID no sólo a nivel nacional, sino también internacional, para extraer conclusiones críticas. Más tarde, con El rebaño, fue un paso más allá y se posicionó de manera concreta en ciertos asuntos controvertidos tales como el feminismo, el cambio climático o el movimiento Black Lives Matter, además de ser una obra prologada por el mismísimo Antonio Escohotado. Ahora y por fin, nos presenta este último ensayo que da un salto cualitativo con respecto a lo que ya conocemos, puesto que no se limita a lo hecho hasta ahora, sino que aborda un asunto transversal a todos los anteriores y lo hace con mucha solvencia, citando poco, pero citando bien porque, como bien indica Bernard, “quien cita mucho es porque no tiene qué decir y debe recurrir a otros para transmitir algo”.
Contra la mayoría gira alrededor de varias ideas que el autor irá desarrollando con un claro objetivo, tratar de desmontar un fundamentalismo democrático que sostiene y persigue desesperadamente consagrar la idea de que todo lo democrático es bueno y todo fuera de la democracia es malo. Lo que sucede con todos los fundamentalismos es que obvian y recortan una parte de la realidad, una porción que a Jano -que ha leído a Aristóteles- no se le ha pasado y por ello está dispuesto a recordárnoslo: el poder se puede ejercer por una, pocas o muchas personas y todas estas formas pueden ser buenas o malas, pues no hay ninguna que sea buena intrínsecamente, sino que todo depende de si el que lo ejerce lo hace pensando en el bien común, siendo bien común algo muy diferente al interés general. Esto último es, precisamente, lo que el fundamentalista democrático no entiende, pensando desde la más absoluta ignorancia que el poder de la mayoría es siempre bueno.

Jano recordaba en su turno de palabra la desmesurada cantidad de acepciones que tiene hoy día la palabra democracia. “Democracia es lo que cada uno determina qué es”, decía, indicando acertadamente y de manera justificada que podrían existir mil doscientas definiciones de democracia mientras así convéniese a cada uno de los gobernantes. Sin embargo, esta perversión de conceptos no impide que exista un significado verdadero y correcto, aunque no sea el mayoritariamente aceptado. Para el autor, la democracia sería el proceso en el que los muchos acaban escogiendo a unos pocos, poniendo como ejemplo el Congreso o el Senado donde esos muchos escogen a unos pocos representantes que gobernarán para el resto. El siguiente error conceptual que mencionaba Jano era esa indisociable relación que hemos hecho entre democracia y sufragio universal, afirmando que “los padres fundadores de la democracia ni siquiera contemplaban esa posibilidad de que votase todo el mundo y ahora algunos incluso se plantean bajar la edad de voto hasta los dieciséis años”. Por lo tanto, la democracia podría entenderse como ese proceso de conversión en el que los muchos, el pueblo, escogen a unos pocos, los legisladores y gobernantes que rigen nuestras vidas.
Parte de la culpa -sino toda- de esa deificación de la democracia la tenemos nosotros que entendemos la “fiesta” de las urnas como sinónimo de libertad, justicia y progreso, proyectando esa similitud de manera automática en nuestra mente. Según García, “a la gente le interesa el cómo y no el qué, a mí me interesa tan sólo esto último. Antes el mundo estaba dividido en dos bloques: el occidental, que era sinónimo de libertad y democracia; y el soviético, que no respetaba la libertad y no era democrático. Esta comprensión no es del todo cierta. Constantemente, se habla de democracia y va de la mano de pueblo. Eso es una falacia, pueblo somos todos, sabio y necio, trabajador y vago o incluso un recién nacido. Debemos hacer una distinción entre pueblo y masa, todos somos pueblo, pero no todos somos masa. ¿Quiénes conforman la mayoría? Todos somos mediocres en mayor o menor medida y, como tal, pasaremos nuestra vida, intentaremos hacerlo lo mejor posible y moriremos en el olvido, eso es todo".
Para Jano existe por tanto una distinción entre la mayoría mediocre -dentro de la que él mismo se incluye humildemente- y una minoría, la de los excepcionales. Los brillantes son los pocos, los muchos somos los mediocres. Cuando el concepto de pueblo no es el correcto empezamos a perdernos en el laberinto. Si el pueblo es singular parece entonces que tenemos una sola conciencia, una sola voluntad y un mismo deseo. De tal forma, “el pueblo es el escudo del demócrata a la hora de defender lo indefendible”. Hubo tiempo también en la presentación para hacer mención a la polémica surgida tras la inclusión por parte de Bildu de expresos etarras en sus listas electorales para las elecciones municipales. “Lo único que importa ahora es el cómo, en el caso de Bildu para mostrar nuestra disconformidad tan sólo se apela a la cuestión legal y a la Ley de Partidos, por lo que si se ajusta a la legalidad el demócrata ante eso no puede oponerse. El partido cuenta con el respaldo de una parte importante de la población vasca y el pueblo está votando a esos representantes para que estén en el poder”. Además, Jano añadía que la masa “son este tipo de personas que no tienen grandes entusiasmos, una especie de algoritmo que ya sabemos cómo va a funcionar y reaccionar en función de determinadas situaciones”.
El origen del problema se sitúa en la obra en el momento en el que la democracia moderna empieza a andar y los gobernantes se dan cuenta de que deben contentar a los muchos porque, en democracia, se premia la cantidad y no la calidad, olvidándose así de esos pocos más válidos para centrarse en los muchos mediocres. Cuando el mercado de votos funciona para esa masa, lo que sucede es que la misma mayoría que es incapaz de generar un bienestar a sus semejantes se arroga la potestad de saber lo que necesita el mundo, irguiéndose como salvadores de la humanidad. En el sistema actual de partidos, la masa es la cantidad que más premia y así seguirá siendo mientras los más sean los mediocres y los menos sean los talentosos porque, como indica Jano: “ahí nace la demagogia y se pone la democracia en un altar desde el que se aplasta al individuo”.
Finalmente, García declaraba ser consciente de las críticas que iba a recibir como consecuencia del libro, puesto que “la democracia lo engloba todo y el que se salga de ella es tachado de antidemócrata. Asumir que la mayoría tiene razón es un error, un error sobre el que se fundamenta la democracia. Entonces, ¿qué hacemos? A mí las formas no me importan, el cómo no me importa, me importa el qué se hace con ese poder”. Especial hincapié se hizo sobre esa distinción entre bien común -un concepto ya erradicado- e interés general, ya que, para Jano, “antiguamente las leyes buscaban generar un bien común y ahora lo que persiguen es el interés general, algo bien distinto. ¿Aquello que interesa es bueno? Al final se llega a someter a votación hasta la naturaleza de las cosas, llegando a sinsentidos como el de la Ley Trans, siendo tan arrogantes de querer cambiar la realidad de las cosas”.

Frente a todo ello, el autor de Contra la mayoría nos hace una propuesta, olvidarnos de todas aquellas cuestiones secundarias que nos descentran de lo importante y enfocarnos en lo que está bien y está mal, en la moral de los pueblos que es, a fin de cuentas, lo fundamental. Jano siempre ha defendido la idea de que no todo depende de la percepción personal de cada individuo, sino que realmente hay cosas objetivamente mejores que otras y por tanto existe el bien y existe el mal, un mal que está haciendo que los derechos naturales del ser humano se vean fuertemente erosionados. No importa que exista una mayoría amplísima dispuesta a terminar con la libertad o la vida; pues, aunque eso tenga el inmenso apoyo de una sociedad no por ello deja de estar mal.
Con esta obra, García no pretende tanto encontrar una solución mágica al problema, pues como él dice “resulta estúpido creer que con treinta y tres años uno tiene la potestad para plantear una solución o sistema alternativo que solucione el problema. Lo que nos blinda de que el mal no se haga es la moral de la población. Mi propuesta no va encaminada a contentar a la muchedumbre”. Ahí es donde tenemos que poner efectivamente el foco, ahí es donde tenemos que construir una pequeña fortaleza individual desde la que preservar la idea de que la libertad, la propiedad y la dignidad de la vida de cada uno de nosotros así como el uso de la razón es, a fin de cuentas, lo que nos diferencia de las bestias.