La gran pesadilla de Franco
Durante la dictadura, el sindicato CCOO logró organizar a cientos de miles de trabajadores. ¿Cómo fue su nacimiento y desarrollo?
Las Comisiones Obreras fueron el espacio político principal, a través del cual, los comunistas españoles articularon su lucha contra el régimen franquista. Tuvieron una gran importancia durante la dictadura, pues fueron prácticamente la única fuerza real de oposición que logró poner en jaque a Franco en varias ocasiones. Su formación, completamente impulsada por el PCE, resultó compleja dada la brutalidad de la represión.

La historia del sindicato se remonta a 1958, cuando la nueva ley de convenios colectivos permitió a los trabajadores elegir a sus representantes. Esto fue aprovechado para presentar a candidaturas opositoras (principalmente comunistas y algunos cristianos de base) desplazando a los falangistas y oficialistas del Sindicato Vertical.
Estas comisiones empezaron a formarse mediante la siguiente secuencia: un grupo de trabajadores, con una propuesta concreta, elegían a un representante sindical que la trasladaba al sindicato vertical. A su vez, organizaban reuniones clandestinas para debatir estas propuestas y diseñar su estrategia de actuación dentro del sindicato. Rápidamente, comenzó a crecer el número de comisiones obreras y lograron una gran fuerza, perfeccionando su funcionamiento interno.
En 1957, durante la Huelga de la Camocha en Asturias, se creó la primera Comisión Obrera oficial, pasando del anonimato al público e impulsando el surgimiento de otras regionales, como la de Madrid, creada en 1965 en el Pozo del Tío Raimundo. Además, la aparición y coordinación de estas provocó un gran aumento de la conflictividad social. La primera gran huelga durante la dictadura había tenido lugar en 1947, en la fábrica de Euskalduna. Fue secundada por 40.000 obreros y se desenvolvió con varias detenciones y una gran represión. Viendo el éxito que tenían estas movilizaciones como aparato desestabilizador del régimen, el PCE y el sindicato impulsaron más acciones, como la gran demostración del 27 de enero de 1967, la cual se saldó con una gran cantidad de detenidos y provocó que 70.000 obreros de la metalurgia se solidarizasen, declarándose en huelga durante días.
Pese a la represión, el sindicato había ganado un gran poder y se había consolidado como la principal fuerza de oposición al régimen. Esta fuerza se reflejó en las elecciones sindicales de 1966, en las que alcanzaron unos resultados excepcionales: aglutinaron el 90% de los puestos en grandes empresas, el 50% en las medianas y el 30% en las pequeñas.

También, en 1969, el Gobierno se vio obligado a aplazar las elecciones sindicales, tratando de evitar que CCOO siguiera creciendo. Ese mismo año, se declaró el Estado de excepción por primera vez desde la Guerra Civil. Esto se debió a las brutales protestas estudiantiles, que se sucedieron por el asesinato del joven Enrique Ruano, acusado de haber difundido propaganda de las Comisiones Obreras.
Ante toda esta oleada de protestas, el régimen tomó medidas aumentando de forma considerable la represión contra los agitadores. En 1963, la policía descubre la estrategia del PCE a través de dos interrogatorios. Crearon entonces el TOP (Tribunal de Orden Público), el cual se encargaría de combatir toda actividad subversiva promovida por las CCOO. También, ese año sería asesinado Julián Grimau, histórico dirigente del PCE, cuya muerte fue utilizada para tratar de extender el miedo entre los militantes clandestinos y sindicalistas.
Finalmente, en 1968 la policía detiene y encarcela a la cúpula de CCOO, durante el llamado “Proceso 1001”. Entre los arrestados se encontraba Marcelino Camacho, militante del PCE y principal dirigente del sindicato, el cual definió la estrategia que seguían como "una combinación de la lucha legal e ilegal".

Este aumento de la represión también es cuantificable en cifras. De 3.798 sentencias dictadas durante estos años, 2839 fueron condenatorias (aproximadamente un 75%). Además, de 11.261 casos ocurridos entre 1964 y 1976, casi un 70% se relacionaban con la participación ilegal en manifestaciones, la asociación ilícita o la difusión de propaganda contraria al régimen.
Además, su legado sigue muy vigente en nuestros días. Es el mayor sindicato de España en cuanto a número de representantes, contando con un impresionante 37,5% de ellos, y el segundo en cuanto a número de afiliados, agrupando a 934.809 personas frente a las 978.622 de UGT.