Latinoamérica se viste de rojo
La reciente victoria en las elecciones brasileñas del progresista Lula da Silva confirma el viraje a la izquierda del continente sudamericano
El pasado 30 de octubre pasará a la historia como el día en el que Luiz Inácio Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores, se proclamó presidente de la República Federativa de Brasil, derrotando al hasta entonces presidente Jair Messias Bolsonaro, del Partido Liberal. Así lo decidió el pueblo brasileño en las urnas, que brindó una ventaja de 1.8 puntos a Lula (50.9%) sobre su rival (49.1%).
A pesar del triunfo de Bolsonaro en las ciudades más ricas del país, y de llevarse 14 de las 27 unidades federativas, una más que Lula, este se alza con la victoria debido al voto de las zonas más rurales y del terreno recuperado en el sur de Brasil, donde los liberales ostentaban la hegomonía electoral.

Por otro lado, estas elecciones rompen con lo que se conoce en teoría política como el Incumben effect. Este principio teórico afirma, basado en evidencia empírica, que en los sitemas parlamentarios la gobernanza en coalición genera un desgaste que lleva a la pérdida de poder del partido que está en el poder. Sin embargo, en los sistemas presidenciales, como lo es Brasil, este efecto es el inverso, es decir, el líder que ha sido presidente suele prolongar su mandato en las siguientes elecciones. No obstante, Brasil ha decidido relevar a Bolsonaro de su puesto, obtenido en las elecciones de 2018, tras cuatro años de legislatura. Atendiendo a este principio, se puede deber al gran desgaste que el gobierno del partido liberal ha sufrido debido a la crisis del la pandemia. Otra opción, es el denominado voto de castigo, en el que las clases más bajas del país se han levantado contra las medidas que Bolsonaro llevó a cabo durante su legislatura, que ahora azotan al país traducidas en una elevada inflación de un 7.2% en septiembre, que llegó a su máximo en abril de este año con un 12,5%.
Estas elecciones, además de definir el futuro de una de las mayores economías del mundo, y la mayor del continente, también terminan de teñir Latinoamérica de rojo, hecho impensable hace unos años, en los que el mapa político se encontraba bañado de azul. A día de hoy, las mayores economías del Sudámerica se encuentran bajo el poder de distintos tipos de partidos progresistas. Por el contrario, los únicos bastiones conservadores son Uruguay (Luis Lacalle Pou), Ecuador (Guillermo Lasso) y Paraguay (Mario Abdo Benítez).
Esta transición a la izquierda empezó en diciembre de 2018 con la elección de Andrés Manuel López Obrador como presientre de México. Este vencería con el 53.19% de los votos, a lomos del movimiento Morena, que él mismo fundó.
El año siguiente, Argentina regresó al peronismo abanderado por Alberto Fernández, que derrocó a Mauricio Macri, que pasó a ser el primer presidente argentino en no ser inmediatamente reeligido tras su primera legislatura.
Ya en 2022, Chile se decidió por el izquierdista Gabriel Boric, que se vio impulsado propulsado por las protestas ciudadanas de 2019 y 2020 conocidas como Estallido Social. Este ha llegado a impulsar una nueva constitución progresista que el mismo pueblo rechazó masivamente (62%).
Por último tenemos el caso de Colombia, en el que Gustavo Petro se convirtió en el primer presidente de izquierdas de la historia del país; de Perú, en el que Pedro Castillo, ahora investigado por delitos como organización criminal y tráfico de influencias, salió elegido por una ventaja mínima de dos décimas; y de Honduras, en el que Xiomara Castro se convirtió en en la primera mujer en gobernar el país.

Los posibles motivos por los que el pueblo latinoamericano se ha decantado por la opción izquierdista correspondiente de sus países se debe a un factor clave. Dicho factor son las medidas impulsadas por los respectivos gobiernos conservadores. Estas medidas, como buenos conservadores, se centraban en impulsar la economía del país, con la mala suerte de que dichos países cuentan con tasas muy elevadas de pobreza y precariedad social, que los progresistas han sabido explotar para llegar al poder.
Finalmente, la victoria de Lula abre otra posibilidad en el futuro de las relaciones internacionales y es que ahora que las potencias latinoamericanas comparten ideología, es muy probable que se impulsen relaciones comerciales y diplomáticas con el fin de lograr una integración total del continente. ¿Serán capaces de formar alianzas estables entre ellos? ¿Qué objetivos tendría esta integración? ¿Es esta integración la solución a los problemas del continente? Todas estas preguntas solo podrán ser respondidas con el tiempo. Hasta entonces, seguiremos pendientes de todos los acontecimientos que marcarán el futuro de Latinoamérica, y con ello, del mundo.