Liz Truss, manual para un mandato fugaz
Liz Truss dimite como primera ministra tras ocupar el cargo durante 6 semanas, siendo la inquilina más breve de Downing Street.
5 de septiembre del año 2022, la ministra de Exteriores del Reino Unido, Liz Truss, afrontaba uno de los eventos más importantes para su carrera política, las primarias del Partido Conservador. Con un apoyo del 57’4% se alzaba con el liderazgo del partido y al día siguiente era nombrada Jefe de Gobierno del Reino Unido. Su primer paso era que se lo encargara la Jefe del Estado, Isabel II, quien la recibió en Balmoral, siendo la última aparición en vida de la monarca.

El estreno como primera ministra fue lo más accidentado posible, tenía que hacer frente a la mayor crisis institucional desde el año 1953. Después de tantos años de preparación, la operación “Puente de Londres” se activaba en su versión “Operación Unicornio”, pues la Reina había decidido que quería terminar su vida en su residencia favorita, el castillo de Balmoral. La Reina había muerto, y la Primera Ministra encaraba ya su salida de Downing Street, aunque ella aún no lo sabía.
El Reino Unido se preparaba para la llegada de mandatarios de todos los países, invitados por la Casa Real al funeral de la Reina. Solo un pequeño grupo de países se quedaban fuera, incluyendo, por supuesto, a Rusia. El mismo día del funeral, 7 primeros ministros británicos desfilaban por la abadía de Westminster, ninguno de ellos ocupa ya el cargo, por lo menos de momento.
El mandato de Truss comenzaba completamente marcado por la muerte de la Reina, pero esta calma, y sí, digo calma, duraría poco. Una vez terminaba el evento, había que ponerse a trabajar. La administración Truss se disponía a poner en marcha su nuevo plan de gobierno, buscando aplicar todas las reformas que había prometido la lideresa durante el proceso de primarias, centradas sobre todo en una bajada de impuestos. Y con este objetivo, Kwasi Kwarteng, titular de Economía, se disponía a redactar un nuevo plan fiscal para el Reino Unido.

El 23 de septiembre se presentaba el nuevo plan fiscal. Desde la salida de la Unión Europea, el Reino Unido se ha dado un golpe de realidad en materia de financiación. Ya no tiene ese sustento, esa red de trapecista que era la Unión Europea cuando se descontrolaban las cuentas. El Reino Unido ahora tiene que hacer frente a sus gastos solo. El Brexit venía de la mano de la promesa de una economía más robusta, que no dependiese de los “lastres europeos”. Sin embargo, la realidad es bien diferente. La economía británica se ha demostrado menos competitiva, se ha reducido la productividad y la cesta de la compra cada día cuesta más llenarla.
La nueva estrategia del Gobierno Truss prometía una bajada de impuestos general, con el objetivo de luchar contra la inflación y de promover un nuevo ciclo de crecimiento para los próximos años. A la señora Truss no está de más advertirla de que bajar impuestos no reduce la inflación, más bien todo lo contrario, sobre todo cuando es una crisis inflacionista ligada al consumo, pero este no es su pecado capital. El verdadero error de Kwarteng fue que el denominado “minipresupuesto” lo único que consiguió fue espantar a los inversores. Los intereses de los principales bonos de deuda británicos se dispararon a niveles inasumibles para los mercados, hasta tal punto, que el Banco de Inglaterra tuvo que intervenir de urgencia, retrasando sus propias ventas y anunciando una compra atropellada de bonos británicos.
La libra tampoco era capaz de esquivar la tormenta, y entraba directamente en “caída libre”. Paso de valer 1’1448$ a 1’1148$ en los mercados en apenas 3 días, como consecuencia de la “gestión”, siendo benevolentes al referirse a ella, de la premier Truss. Que el mandato de Truss tenía los días contados, se había constatado como un secreto a voces. Los propios tories ya reclamaban la cabeza de la lideresa, mientras ella empezaba a construir su bastión de defensa en Downing Street.
La Primera Ministra aguantó todo lo que pudo, estirando el mandato hasta el final, con dimisiones de ministros de por medio y con las voces críticas internas in crescendo. Era tal el convencimiento de la salida de Truss, que un medio británico decidió hacer un streaming en el que una lechuga, con ojos y peluca, compartía el plano con un retrato de Truss. La idea era poner a prueba quién duraría más, si la lechuga o la mandataria. Para sorpresa de nadie, la lechuga tuvo tiempo hasta de celebrar la salida de Truss, mientras ella preparaba las maletas para abandonar el número 10 más famoso del mundo.

Liz Truss pasará a la historia como un borrón en la lista de mandatarios tories. El único logro que le reconocerán será la rapidez con la que fue capaz de hundir todas las expectativas depositadas en ella. Sin embargo, de esta historia surge una nueva, o puede que no, pues ya hay un británico de apellido Johnson y nombre Boris que ha cancelado sus vacaciones en el Caribe para regresar al Reino Unido. Y qué quiere que le diga, pocos motivos hay para sustituir el paradisíaco Caribe, por el lluvioso y caótico Reino Unido de hoy.