Quiero jubilarme rico
Un día eres joven y al otro te enfadas cuando suben la edad de jubilación
Resulta complicado llevar a cabo una disminución significativa de los déficit futuros de nuestro sistema de pensiones sin aumentar la edad de jubilación. La razón es el efecto que esta variable tiene sobre los ingresos (elevando el número de activos) y también sobre los gastos (reduciendo el número de años de percepción de la pensión). En todo caso, la reforma ha de llevarse a cabo de forma gradual para disminuir el impacto sobre las generaciones próximas a la edad de jubilación, que tradicionalmente ha estado fijada en los 65 años y hoy día asciende a los 66 años y 4 meses o más de 37 años y 9 meses cotizados.

En el año 2000, se creó el fondo de reserva de la seguridad social con el exceso de cotizaciones y sobre-prestaciones de los años de bonanza económica, ahora está prácticamente agotado. A raíz de ello se llevó a cabo la reforma del sistema público de pensiones entrando en vigor en 2013, cuyos principales cambios introducidos afectan: en primer lugar, a la edad de jubilación, un aumento progresivo del periodo de cómputo para el cálculo de la pensión de jubilación; en segundo, un incremento del número de años de cotización para acceder al 100% de la jubilación y en tercer lugar, un mayor número de requisitos para obtener la jubilación anticipada.
La realidad del sistema público de pensiones se establece en base a los problemas estructurales que residen en la preocupante tendencia demográfica española. El modelo deviene hacia la inclusión de la esperanza de vida y la desvinculación de la actualización de pensiones del IPC como factores para su cálculo.
El resultado es que, habiendo aumentado la tasa de paro, se ha reducido el número de afiliados a la seguridad social lo que ha provocado una importante reducción de los ingresos del sistema. Los problemas no se quedan ahí, el hecho de vivir más años hace que haya más pensionistas combinado con una baja tasa de natalidad, es decir, menos trabajadores.
Como ya se ha mencionado con anterioridad, las medidas consisten en introducir la esperanza de vida como factor de sostenibilidad para el cálculo de las pensiones aplicable solo a los futuros jubilados y cambiar el presente sistema de actualización de las pensiones desvinculándolo del IPC que se aplicaría a los pensionistas presentes y futuros. Sin embargo, estas dos medidas han quedado sin efecto desde 2018 esperando que la nueva reforma establezca los mecanismos definitivos para el cálculo de la pensión y su progresiva revalorización.
En realidad, estamos hablando del aumento de los años cotizados para tener la jubilación máxima puesto que la edad en sí no aumenta aunque en la práctica será así. Con todo, esta medida supone un parche para abaratar la factura de las pensiones, pan para hoy y hambre para mañana.
Por otro lado, cada vez la incorporación al mercado laboral es más tardía, por lo que se hace casi imposible para la mayoría tener el máximo de años cotizados, si a mayores a esta fórmula le añades más años (en los que probablemente ganes menos) el resultado es una pensión baja.
Se puede dar el caso donde las pensiones medias sean muy bajas, en el que los jubilados estirarán la vida laboral al máximo, por lo que penalizará en primera instancia a las nuevas incorporaciones que son las más productivas y las que más consumen. La solución real pasa por favorecer la incorporación laboral de la gente joven, con buenos contratos, estables y bien pagados (tal y como busca la reforma laboral actual). La prioridad debería ser que los jóvenes coticen, no que los mayores coticen más tiempo.

Si los jóvenes tienen empleos bien pagados, la gente mayor podrá jubilarse con buenas pensiones. Todos pueden gastar, lo que se traduce en buenas expectativas y crecimiento económico creando más empleo y más estable. No obstante, políticamente no trae beneficios un plan de empleo joven a varios años vista, lo que vende es ir parcheando y sobre todo, mantener un sillón.