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Resiliencia en el Sahel: Superando la adversidad

La región africana está atravesando desde hace meses por uno de sus periodos más convulsos debido a un aumento del terrorismo lo cual, sumado a las crisis democráticas y los problemas económicos, ha despertado la atención de diversos actores internacionales


El Sahel ha sido escenario de una creciente inestabilidad en los últimos años debido a una serie de golpes de estado que han azotado a diversos países de la región. Desde Burkina Faso hasta Sudán pasando por Mali o Níger entre otros, creando de este modo un cinturón de siete países con gobiernos golpistas que se extiende de este a oeste del continente.


Si observamos un mapa de África puede que muchos de los lectores no sepan ubicar a Chad o Guinea-Bissau, ni hayan oído hablar nunca de Ali Bongo o las reservas de uranio de Níger. No saber de ello no significa que no sigan la actualidad política diaria, pueden hacerlo y, aun así, seguir sin comprender mucho de lo anterior pero, créanme, no es su culpa.


Los medios convencionales no suelen poner el foco en estos temas, hacer invisible a todo un continente ha sido la especialidad europea de los últimos siglos. Hablar de África como una nación sin tener en cuenta las diversidades étnicas o los distintos factores socioculturales se ha convertido en la tónica general de muchos medios de comunicación.


Para poder entender esta deriva golpista desde una primera aproximación se hace necesario explicar una serie de puntos. En primer lugar, ¿qué es el Sahel y por qué deberíamos seguir la actualidad de esa parte del globo terráqueo?


Como su propio nombre indica, Sahel proviene de Sáhara, por lo que se trata de una región que abarca desde la costa atlántica hasta el mar Rojo y sirve como zona de transición entre el norte y el África subsahariana. Su ubicación la convierte en paso de la mayoría de rutas migratorias que van desde el sur del continente hasta países como Libia o Marruecos para llegar a las puertas de Europa.


Mapa del Sahel. Fuente: El Orden Mundial

De este modo, la Unión Europea ha llevado a cabo diversas acciones con los gobiernos locales para intentar controlar el flujo de migrantes y evitar una llegada masiva a las costas europeas. Sin embargo, la migración no es el único punto de interés del Sahel, ya que la seguridad se ha convertido en la mayor preocupación de los diversos actores internacionales debido al auge de grupos terroristas en la zona.


Si atendemos a los datos presentados por el Índice Global de Terrorismo 2023 podemos observar cómo el Sahel se trata de la región más castigada por el yihadismo, dado que registra el 43% de las muertes por terrorismo de todo el mundo. Si lo comparamos con cifras de años anteriores se aprecia un significativo aumento, puesto que en 2007 el número de víctimas mortales en el Sahel tan solo representaba el 1% del total mundial.


La inestabilidad política, la fragilidad de los Estados y los problemas económicos han hecho que cuatro de los diez países del mundo más afectados por el terrorismo se encuentren ubicados en el territorio saheliano. Todo ello ha sido el caldo de cultivo perfecto para organizaciones como JNIM (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, coalición afín a Al Qaeda) o EIGS, la filial del Daesh en el Sáhara, las cuales se aprovechan de estos factores para extenderse por toda la región, con especial presencia en países como Burkina Faso, Níger o Malí.


Ello ha despertado la preocupación no solo en los gobiernos regionales sino en países occidentales que ven esta zona como un polvorín cuyos efectos pueden llegar más allá del Sahel. La ONU ha estado llevando a cabo misiones para garantizar la paz como la MINUSMA en Mali desde el año 2013, aunque este verano la junta militar golpista del país obligó a la ONU a retirar sus fuerzas.


Miembro de la MINUSMA en tareas de vigilancia. Fuente: UN News

Por otra parte, países como Francia, potencia colonial de gran parte del África Occidental, también han desplegado tropas en el Sahel, a pesar de que al igual que en el caso de Mali los nuevos gobiernos estén solicitando la retirada de la presencia francesa.


El caso más reciente lo encontramos en Níger, en donde Macron informó hace unas semanas el regreso a casa de los 1500 efectivos que formaban parte de la operación anti-yihadista Barkhane después de que la junta militar, que llegó al poder en julio tras derrocar al electo presidente Bazoum, rompiera relaciones con el país galo.


A pesar de que cada país presenta una casuística diferente con factores internos propios, uno de los denominadores comunes entre los golpes de estado en el Sahel es el rechazo a Francia, la cual es vista aún como una potencia que lleva a cabo actividades neocolonialistas en la región, como puede ser en el control de la mayoría de las empresas mineras que se encargan de la extracción de los recursos minerales.


La pérdida de influencia francesa está siendo aprovechada por Rusia, que se ha encontrado con una región que le está dando la espalda a Occidente y mira al exterior en busca de nuevos aliados. El grupo Wagner ya ha aterrizado en países como Mali, Burkina Faso o Sudán, haciéndose con el control de recursos a cambio de servicios de seguridad.


Celebraciones del golpe de Estado en Níger. Fuente: Agencia EFE

El futuro del Sahel es aún una incógnita difícil de resolver. La sucesión de golpes de estado ha revelado la fragilidad de la región y el fracaso en la gestión de crisis por parte de los diversos actores internacionales. Quizá sea el momento de replantearse la eficacia de las medidas pasadas para analizar cómo se ha llegado a este punto.


Un nuevo capítulo se ha abierto para el Sahel; las amenazas terroristas, la ausencia de democracia, las crisis económicas y los problemas migratorios siguen estando presentes. ¿Serán las nuevas juntas golpistas capaces de resolver estas dinámicas, o, por el contrario, se acentuarán más dichas problemáticas?



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