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Un Gobierno contra un ciudadano

El límite se traspasa en el preciso instante en que la metralla política salpica a un particular. Por ahí, no


La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, filtró el pasado miércoles a la prensa datos fiscales de un ciudadano particular. Fuente: La Razón

A un gobierno – uno decente – se le presupone la función y el deber de dirigir y dirimir las cosas comunes. El poder político, que goza de medios infinitamente superiores de los que dispone un ciudadano de a pie, ha de buscar el camino correcto para el pueblo al que sirve, guiándose siempre por la máxima del bien común. Así, siendo benevolentes, el gobierno sirve a la nación en la búsqueda permanente e irrenunciable hacia el bien común.

 

Ni yo ni ustedes han visto, todavía, un gobierno así. No creo que lo conozcamos. Sabiendo pues, que esa idea pulcra del gobierno no es aplicable a los tiempos que nos tocan vivir, podemos aceptar – ¡qué remedio! – que la política y las cosas del gobierno no están exentas del pecado, de la envidia, la codicia, el celo del poder y el exceso; como cualquiera de nosotros. Así, admitimos que la corrupción se dará allí donde el hombre tenga responsabilidad para decidir, y uno puede tolerarlo mejor si decide apartarse del enfangado mundo de la política.

 

No obstante, en los últimos años, hemos visto cómo, de un lado y del otro, se ha venido denunciando una peligrosa escalada de la tensión y la agresividad en todo lo que concierne, precisamente, a las cosas comunes. Por supuesto, los responsables de dicha agresividad creciente son, siempre, los otros y nunca uno mismo. La convivencia se ha deteriorado como consecuencia de la hegemonía –por nosotros aceptada– de los denominados ismos.

 

Hemos sido sometidos a un encierro en compartimentos ideológicos estancos de los que uno no puede salir, posturas y argumentos totales y excluyentes que se rigen por el “a favor de”, o “en contra de” sin admitir la posibilidad de ubicarnos en zonas grises. Tenemos miedo a encontrarnos con el prójimo en una postura si ese prójimo no pertenece al mismo argumento estanco que nosotros. En palabras de Ana Iris Simón, “hay miedo a coincidir. Es tanta la polarización que el otro ha dejado de ser un interlocutor válido”.  

 


Uno de los muchos debates broncos a los que , cada vez más, nos tienen acostumbrados los diputados. Fuente: HuffPost

¿El reflejo de todo ello? La sesión de control al gobierno del pasado miércoles. El nivel de gazmoñería visto en el hemiciclo alcanzó niveles asombrosos. Un ensalzamiento de virtudes de las que, claramente, todos carecen. La sucesión de berridos desde los escaños, las caras y las gesticulaciones obscenas, los aplausos sincronizados... En definitiva, los bloques estancos. Resulta fascinante ver a la Gürtel contra los ERE, al ladrón acusando al que saquea. Koldo, mascarillas, Ayuso, Tellado, Ábalos, ¡tú más!, ¿quién yo?, ¡sí, tú!


Mientras sean ellos quienes se enzarcen en su lucha encarnizada y falsaria – todavía hay quien piensa que el enfrentamiento no es una obra teatral–, no hay problema más allá del bochorno supuesto. Por eso, decía antes que es mejor tomar distancia y así uno se evita fatigas al escuchar a quienes le representan, si es que representan realmente a alguien. El problema aparece cuando el despiporre trasciende más allá del hemiciclo, y eso sucede en el preciso instante en que un ministro del gobierno de España señala públicamente a un presentador o, quizás, cuando la ministra de Hacienda y vicepresidenta filtra información fiscal privada de un ciudadano particular.

 

Al comienzo sostenía que los políticos disponen de herramientas de las que no pueden hacer uso los ciudadanos de a pie; por eso mismo, no parece muy lógico que un miembro del Gobierno inicie una guerra particular contra un ciudadano. No tienen suficiente entre ellos, sino que desean con ahínco que seamos soldados de su pecaminosa guerra, simple artillería de uso inmediato. No es tolerable que se señale a nadie ni que se filtre información de su vida privada, sea el gobierno que sea y el partido que sea. Son los representantes públicos los que están sometidos al juicio público, no los supuestos representados a quienes se debe señalar y vilipendiar en directo frente al resto.

 

De Óscar puente ya sabemos qué esperar, pues el ministro nos ha deleitado en otras ocasiones con sus praxis. Así pues, no dedicaré una sola línea al respecto de su señalamiento a Risto Mejide. De María Jesús Montero, vicepresidenta y ministra de Hacienda, las caras, las maneras y las gesticulaciones no son nuevas, tampoco los señalamientos con el dedo a la bancada contraria mientras exclama “chssss ¡cuidao!”. Pero, el hecho de que filtre información fiscal de un ciudadano particular, aunque sea este la pareja de Ayuso, no es ni aceptable ni permisible. Ayuso es una figura pública y rival político, pero su pareja no.

 


María Jesús Montero en una intervención en el Congreso de los Diputados. Fuente: OkDiario

¿Acaso no tiene Montero motivos para meterse con la gestión de Ayuso que no recurrir al señalamiento público de un particular? Qué sé yo, la vivienda en la comunidad de Madrid, por ejemplo. Tengo la impresión de que no acabamos de comprender la gravedad de la situación. Un miembro del gobierno acaba de filtrar a la prensa información personal de un particular cuatro horas antes de que dichos datos saliesen a la luz. ¿Cómo conocía esto la ministra?

 

Con independencia de las posibles consecuencias judiciales que esto pueda tener para Montero y, desde mi punto de vista, encaminadas hacia el artículo 109 del Código Penal –“el que revelare secretos ajenos, de los que tenga conocimiento por razón de su oficio…”–, ¿cómo le sentaría a usted que el ministro de transición ecológica –suponiendo que tal cargo exista– anuncie ante los medios la marca, la matrícula, el precio y la ubicación de su coche porque contamina en exceso según el criterio del gobierno?. Todo se dará, no es tan disparatado. Peor aún, que el gobierno que dice perseguir su bienestar dé a conocer la oferta de trabajo –salario y retenciones– que una empresa le ha hecho a usted, antes incluso de que dicha empresa se lo haga llegar. ¡Es un disparate!

 

La línea traspasada por Montero es peligrosa y es cuestión de tiempo que se repita. Hasta ahora, los políticos nos habían dejado más o menos al margen de sus charletas pueriles subidas de tono; al menos, al margen permanecían los que así lo deseaban. Pero, en el momento en que uno se ve en el centro de la ponzoñosa dialéctica política sin que la voluntad de uno intervenga, la cosa deja de ser divertida, si es que alguna vez lo fue. Decía Aristóteles que el hombre apartado de la ley y de la justicia era el peor de todos. Señores políticos, no se aparten de la justicia ni cometan presuntas ilegalidades filtrando información privada de los ciudadanos, hagan el favor.


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