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Un mundo de contrastes

Al igual que en una paleta de colores, el mundo está dividido en diferentes tonalidades. Sin embargo, no siempre se es consciente de la poca distancia que puede haber entre claros y oscuros


Levantarse por la mañana, abrir los ojos y ver unas paredes lisas pintadas de un suave color crema. Te incorporas y miras a tu alrededor, al principio no sabes dónde estás. Observas los muebles de madera y un enorme espejo encima del tocador: pero es la mini nevera y las tazas de café las que te hacen recordar que estás en un hotel. Decides abrir las cortinas para que entre un poco de luz solar, sin embargo te encuentras con una claridad que te deslumbra al primer instante.


Cuando tu vista se acostumbra a ella, ves la enorme piscina y a un par de jardineros cuidando del césped. Parece un paraíso, un resort ideal en el que no te importaría quedarte a vivir, sin embargo no es real. Alzas la mirada y observas un sinfín de casas destartaladas en las que malviven hacinadas miles de personas, un burro tira de un carro esquivando el caótico tráfico mientras un niño corretea descalzo por la carretera. Cierras la cortina y decides bajar al bufet del hotel, demasiada realidad en muy poco tiempo.


En el colegio se nos enseñaba que todos éramos iguales y poseíamos los mismos derechos. Sin embargo, a medida que vas creciendo te vas dando cuenta de que eso no es así y te preguntas el porqué. El Banco Mundial estima que cerca de 700 millones de personas en el mundo viven en la pobreza extrema, lo que significa que subsisten al día con menos de 2,15 $, el equivalente a un par de cafés en Madrid, siempre y cuando no decidas ir a una cafetería cool, ya que entonces ni siquiera podrías permitírtelo.


Distribución de la riqueza en el mundo. Fuente: Credit Suisse

Mientras en el bufet te sirves un plato lleno de exquisitos dulces que sabes que no serás capaz de terminar decides consultar el móvil. Quieres buscar cómo es la distribución de la riqueza en el mundo pero el Wi-Fi del hotel no carga la página, el 4G no ha llegado a todos los sitios. Cuando por fin accedes, lees una noticia de Oxfam en la que informa que el 1 % más rico acumula el 63 % de la riqueza producida en el mundo desde 2020. Sin ser un experto en la materia te das cuenta de que algo anda mal, sigues leyendo y ves cómo la brecha de desigualdad ha ido incrementando desde la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo es eso posible?


Vives en Europa y las noticias que recibes suelen ser de avances tecnológicos, nuevos planes urbanísticos para construir gigantescos rascacielos o el desarrollo de la inteligencia artificial, la cual prometen que revolucionará el mundo tal y como lo conocemos. Pero, ¿realmente lo conocemos? En teoría, todos somos conscientes de las desigualdades que se viven en otras partes del planeta, pero pocos se detienen a pensar qué se puede hacer para arreglarlo. ¿Qué se puede hacer para mejorar la situación de todas esas personas? Muchas veces parece que nada y la impotencia se adueña de ti. Parece mentira que unos pocos metros separen dos realidades completamente opuestas.


Con todas estas dudas rondándote la cabeza te sientas junto a tu grupo de amigos a desayunar. Observas el jardín y el plato de comida que tienes delante y te das cuenta de que eres un privilegiado, sabes que en cuanto salgas de la burbuja del hotel la realidad golpeará tu cuerpo como una oleada de aire caliente. Una parte de ti recuerda que todos nos merecemos lo mejor. Pero otra se pregunta qué has hecho para ganártelo. ¿Cuál es la diferencia entre ese niño que vende marcapáginas a los turistas y tú? Algunos dirán que suerte por el sitio en el que has nacido y otros dirán que simplemente las cosas tienen que funcionar así para que tú puedas disfrutar de todos tus privilegios.


Subes a lavarte los dientes y te enjuagas con agua embotellada ya que ni siquiera el agua del grifo es lo suficientemente potable para tu cuerpo. Vuelves a consultar tu móvil y lees que, según Naciones Unidas, más de 2000 millones de personas no tienen acceso a agua potable ni saneamiento básico, es decir, el 25 % de la población no puede disponer de uno de los bienes indispensables para vivir, pero aún así tienes una lujosa bañera en tu habitación para que te relajes después de un duro día siendo turista.


Niño buscando agua potable. Fuente: UNICEF

La música del ascensor te transporta a los años 20 y una vez en el hall esperas a que llegue una furgoneta que te llevará a visitar las atracciones turísticas de la ciudad. Te dicen que no es seguro ir por la calle solo, pero moviéndote en una furgoneta no puedes dejar de sentir que estás en una jaula observando la realidad a través de un cristal. Pasas por pueblos en donde algunos niños te sonríen al pasar mientras otros te piden algo de comida, muchas veces no sabes cómo reaccionar y simplemente aflora una pequeña sonrisa en tu rostro.


El viaje es largo ya que las carreteras no están acondicionadas y decides cerrar los ojos. Los baches impiden que puedas conciliar el sueño, pero una parte de ti sabe que no quiere dormirse, quiere seguir observando la vida de todas estas personas para que cuando vuelva a sentarse en su escritorio delante del ordenador no se le olvide todo aquello que vivió. Al final puede que se trate de ello, de no cerrar los ojos ante lo que ves, a pesar de que un mar de dudas acerca de nuestra sociedad y forma de vida siga golpeando tu mente ante la falta de respuestas a tantas preguntas.

 

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